domingo, 13 de diciembre de 2020

17 Junio / worthy

Vino la muerte temprano. 
Enero. 
Principio del año y una muerte.
Lo propio, lo ajeno, un cuerpo.
Me anticipe un poco a la mirada,
al roce constante y cortante.
Mi garganta estrecha traga, pero no habla,
ahogada en ojos punzantes
que deseaban verme llorar.

Mis piernas temblaron tanto ese día
que olvide como correr,
solo pude imaginar mi huida,
fantasear con mover mi cuerpo lejos de ahí,
deshaciéndome en partes con cada pisada que daba,
cayendo de a una,
separándome de mi para sobrevivir.

Pero los ojos,
los ojos que ven este cuerpo,
ven uno solo, me ven a mi entera,
los ojos que observan como se agita mi pecho al intentar respirar.
Duele tanto sentir que estoy guardando un secreto con vos,
ya no puedo apartar mis ojos
como si ahora esta maldición nos convirtiera en un solo cuerpo que late,
a lo lejos, 
un sol oculto no quiso salir a mirar ese día.

Por la noche,
dos brazos rotos goteaban sobre el piso del baño,
lo único que mi cabeza podía escuchar era las gotas de la ducha,
escondiendo mis gemidos de dolor.
Una memoria pegada como chicle
me prohíbe olvidar las palabras que él pronuncio en mi oído,
palabras que nunca me atreví a decir a nadie,
pero que recuerdo con dolor cada día.

La muerte llego temprano ese año,
hubo partes de mi que murieron para siempre,
ya no había lugar para ellas.
aun a través de los años, 
teniendo la certeza de que ya no soy esa misma niña asustada
solo puedo seguir preguntándome:
¿por qué? ¿por qué no me matas a mi?
¿con qué dignidad puedo seguir viviendo si todo lo que siento es dolor?
y si todo lo que puedo ser y sentir es esto
entonces no merezco seguir viviendo,
no lo quiero,
nunca seré valiosa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario