Como un cristal. Así era yo. Anda, tócame, pero corres el riesgo de partirme en trozos, y quizá, te lastimes con mi filo. Así era yo. Y aunque era bastante frágil, me resbalaba fácilmente de las manos de los demás, cayendo y rompiendo mi cuerpo repartiéndolo en miles de pedacitos que brillaban y podían herir al mínimo tacto. Así era yo.
Y tus manos quitaron mi filo, me volvieron a armar pedacito por pedacito y aun así, aun teniendo posibilidades de salir herido, confiaste en mi nuevo corazón y me abrazaste fuerte. Supe en ese instante que mi destino no era herir a cualquiera que viniera a tratar de quererme o ser lastimada hasta la eternidad. Yo quería un amor bueno, alguien que entendiera todo lo que me pasaba con solo mirarme a los ojos. Alguien que se animara a lijar mis filos y re-armara mi ser.
Eras todo lo que necesitaba.
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