Después de las cartas de suicido infinitas terminadas en puntos suspensivos que fui dejando a lo largo de la vida, me dieron ganas de juntarlas a todas y quemarlas junto a esa remera que tengo pulcramente guardada y que desearía poder simplemente tirarla a la basura, pero que no puedo.
Verlas arder, verlas desaparecer y volver a empezar todo otra vez, con otra mente, quizás con otra expectativa, con ganas, tomando esto como un mero y simple recuerdo y sencillamente, seguir caminando.
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