jueves, 1 de septiembre de 2016

La cordura que tanto sana.

En este tiempo me di cuenta de cuantos pensamientos y sentimientos autodestructivos tengo, siempre fui de esas personas que miran todo con ojos serios, nada es una broma para mi, todo es real y doloroso, puedo ver el dolor en situaciones que quizás se tomen como divertidas, conmigo misma soy así. Salia de una y iba directamente y de cabeza a meterme en otra. Así aprendí, un poco a golpes propios, un poco a golpes ajenos. Le fui perdiendo en cada nueva pesadilla la esperanza a una vida digna, sin sufrimiento, quise volverme sana, frenar mi locura, tratar de salir del espiral de "el que dirán", no hacer caso a comentarios negativos de personas que no me conocen, pero me resultaba muy difícil, y siendo sincera, amaba estar triste, amaba que todo me duela, amaba herirme y tener razones para llorar, para ser escandalosa, amaba ese pedazo de mi que me quería muerta -vamos, como todo el mundo- Pero tuve la suerte de probar un poco de felicidad. Tuve la gloriosa suerte de poder amar con locura, amar con enfermedad y darme cuenta que aunque era amor, no estaba haciéndome bien, tire a la basura todo lo que creí bien, lo que para mi significaba amar, lo tenia mal.
"Él me grito y se sintió como un beso" no puede estar bien. 
Pero fui salvada por alguien que ya había aprendido esto desde hace tiempo, alguien que también estaba necesitando el mismo amor que yo aun creía existente, ese que nunca había probado, él también venia de un amor destructor, de los caminos que llevan a la locura, ambos supimos desviarnos, un poco buscándonos, un poco huyéndonos de nosotros mismos. 
Somos afortunados.
A fin de cuentas, después de tantas cosas dolorosas, después de besarnos y mirar nuestro al rededor, nuestro pasado, aun después de tanto podemos mirarnos y sonreír, saber que vos y yo, siempre, a pesar de todo, siempre. 





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