martes, 8 de noviembre de 2016

El ritual:

Después de juntar los elementos necesarios, entre ellos el valor, agarre la araña con mis manos, la puse sobre mi pierna y la deje caminar libre por mi cuerpo. El miedo me invadió pero ya no era mi motor, sino la adrenalina. Cada una de sus patas dejaba una huella pequeña en mi piel y en esas huellas que iba dejando podía sentir mi piel arder. 
Cuando ya no podía verla mas, la retire de mi y la mate, la aplaste. 
Toque aquellas zonas por donde sus patas habían dejado huella y comprobé con asombro que estaban mas calientes. Si, estaban vivas. 
Revivió mis zonas muertas, las lleno de calidez mientras mi cordura ponía la otra mejilla. ¿Esta soy yo ahora? Me pregunto, pero es inútil porque ya se la respuesta a esa pregunta. Ahora soy. Sencillamente. Acabo de llenar mi cuerpo de guerra, de escombros y de soldados heridos, de lagrimas y sangre, de miedo y muerte. Pero también de vida. Porque detrás de todo el dolor, el ardor y mi confusión, me siento viva, las mejillas coloradas, las lagrimas colapsando sobre mi rostro llenando cada bache y mi piel arder. 
Perdí otra vez contra mi. 

Pero me siento viva, y eso es lo que yo quería. 

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