miércoles, 4 de marzo de 2015

Un grito, solo eso basto.

No...
No fue un golpe brutal. 
Tampoco fue una patada al estomago.
Mucho menos un cachetazo con el fin de reprender. 

No fue una tirada de cabellos 
que termino con ambas partes heridas.
No había levantado su mano en mi contra
para luego hacer un ademan de un golpe.

No era una noche de lluvia.
No corrió por toda la casa sosteniendo 
un cinto grueso en su mano.
No apretó fuertemente ninguno de mis brazos. 

El solo pego un grito, y otro,
y luego de ese vino otro y
millones de palabras desafortunadas 
llenas de odio llenaron la habitación. 

El solo grito...
pero grito tan fuerte, tan alto
que esa simple maratón de puteadas inservibles
se convirtieron en los golpes que mi cuerpo jamas podrá sanar. 






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