miércoles, 15 de noviembre de 2017

La vida es un susurro, cantemosla

Cuando escucho música en el Oeste 16, al caminar, cuando me aburro y me acuesto a pensar, siempre termino con la misma extraña sensación de vació. Siempre pienso en que yo no soy esta piba que ahora esta tirada en el piso pensando, que debería estar en otro lado, haciendo otras cosas mas importantes, que la vida no es solo pagar cuentas, trabajar, estudiar si es posible y volver a casa cansada sin ganas de nada. A veces pinto, a veces escribo, otros días leo algún libro por ocio, pero son los menos.
Creo que todos algunas veces pasamos por momentos así, por "crisis existenciales". Me quemo la cabeza pensando que no viví y que no vivo nada, escucho un disco de Tool acostada en el piso frió y nada parece tener sentido.
Rememoro mi vida, paso por mi infancia, aburrida, mas adelante cosas emotivas, un poco lloro y otro poco me rió, me enamoro de recuerdos, me des-enamoro de ellos, vuelvo a pisar la misma tierra, recuerdo palabras, olores, texturas, situaciones incomodas y otras hermosas. Empiezo a sentirme un poco mas viva pero no lo suficiente como para levantarme del piso y poner una música mas alegre.
Vienen recuerdos en particular, tres exactamente. A ellos recurro cuando me siento así de invalida, dos de un pasado lejano y uno de hace pocos años, busco lo que tienen en común: Mi extrema felicidad. En estas tres situaciones yo estaba pasando por momentos de soledad, lugares feos de mi memoria a los que no quiero volver, no hoy. Pasaron cosas con personas que me sacaron de ahí en el momento indicado de la forma correcta. Me hicieron sentir viva en mi peor momento.
Lo que estos tres recuerdos también tienen en común, es que fueron gestos de un otro hacia mi, gestos simples pero únicos y necesarios, gestos de amistad y amor que nunca voy a olvidar.
En la vida valen las pequeñas cosas, las que sin darnos cuenta son las que nos trajeron hasta donde estamos, las que nos motivan a seguir un día mas, les dan sentido a todo lo que somos y nos recuerdan que aunque nos sintamos extremadamente solos siempre hay un alguien dispuesto a poner las manos en el fuego por vos, a darte abrazos de media hora en vías de trenes un día de invierno a las 3 am, a decirte que te aman y mirarte a los ojos, decirlo desde el corazón.

Vuelvo a esos recuerdos y les agradezco por existir en mi memoria. Me levanto del piso con un par de lagrimas en la cara y pongo el álbum de El mato, el nuevo, que también me hace sentir viva.
Gracias por hacer de mis crisis existenciales solo un drama de una adolescente.

Voy a quedarme un poco acá, cuidarte siempre a vos en la derrota hasta el final.