La ciudad es tan grande,
que la aguja parece que nunca va a ser pisada por las suelas de mis zapatos.
Y eso me asusta y a su vez, lo agradezco,
porque nunca estoy lista para hacerte frente aunque siempre juegue el papel de valiente.
Me hace falta coraje.
Por eso, tengo que dejar de echarle la culpa a esta ciudad,
porque estoy segura que aunque te tuviera bajo mis suelas, mi primer impulso seria correr mi cara, salir corriendo, nunca mirar hacia atrás.
Me hace falta sincerarme.